Que difícil escribir esta crónica después de un partidazo donde no se pudo alcanzar la semifinal. Se mezclan los gritos de una tribuna repleta; el desahogo de varios golazos; la incertidumbre del reloj en momentos adversos; la tensión de cada jugada, de cada avance, cada defensa; el esfuerzo de todo un equipo, cuerpo técnico y todo aquel que hizo posible, desde su lugar, que Hebraica llegue a este presente. En medio de ese sueño enorme que llenó de aplausos el final del partido, y más allá del resultado deportivo, esto fue la demostración de lo que destacamos todo el año: este es el camino. Lo que se vivió hoy debe ser solo el inicio de una ilusión que no parece conocer límites. Hoy lo jugamos todos. ¡Vamos Hebraica!
Se repiten los momentos en la cabeza. Los detalles que terminan inclinando la balanza para un lado. Hebraica enfrentó a Barracas en el juego decisivo de la serie de cuartos de final con un marco difícil de explicar en unas pocas palabras. Aquellos que supieron jugar ayer y todos los que juegan hoy, juntos en un capítulo único de la historia de Hebraica.
El Microestadio de Racing fue la sede que recibió, por tercer encuentro después de dos en Villa La Ñata, una enorme cantidad de hinchas, jugadores y familiares de este equipo. Un equipo que nunca dejó de crecer en cuanto a ambiciones y metas, de ese querer siempre un poco más que nos lleva a sufrir las derrotas y disfrutar las victorias de otra manera. Hoy no es tiempo de análisis y los aplausos del cierre del encuentro resumen lo que todo el año transmitió y transmite este grupo. Para crecer y jugar instancias como éstas, primero hay que alcanzarlas. Duele muchísimo y en ese dolor se entiende esa ambición.
El equipo de Nacho Cabral jugó un partidazo que empezó ganando 2-0 con goles que se gritaron con el alma desde los pies de Mati Edelstein y Elio Guipponi. Barracas descontó antes del cierre del primer tiempo. En la etapa complementaria, llegó al empate pero Pablo Vera volvió a poner arriba al equipo. Barracas lo dio vuelta y terminó aprovechando el ataque con arquero jugador de Hebraica para sellar su pase a las semifinales. Facu Schusterman descontó sobre el final para el 6-4 decisivo.
Hoy es difícil, pero este lunes 20 de noviembre no fue un día más para Hebraica en el máximo torneo del Futsal de AFA. La mejor campaña de la historia, la primera participación en playoffs y el grito de Soy de Hebraica en los segundos finales quizás son un breve resumen del presente. Ante estas situaciones, y por más trivial que suene mencionarlo, el deporte y la vida misma siempre dan revancha, para superarse a si mismos y crecer en aquello que mas nos llena.
Aplausos para cada uno de estos jugadores de un equipo que siempre estuvo a la altura y creció partido a partido: Ari Birencwaig, Pablo Pastor, Gabi y Mati Edelstein, Elio Guipponi, Santi Escande, Fede Entenberg, Nico Giaconi, Fede Arruguete, Juan Yoma, Pablo Vera, Nico Kravetzky, Diego Trzewik, Facu Schusterman, Alan Gabay, Tomi Ferreiro y Maxi Jarast. Para el cuerpo técnico Nacho Cabral, Julián Vázquez, Rodrigo Villar y Gianluca Freddi. Para dirigentes Oscar Birencwaig, Salvador Gabay, Gabriel Garber, Fernando Kusnier, entre muchos otros. Párrafo aparte para toda la gente que acompañó y alentó para dejar a Hebraica donde se merece. Quizás el título de esta crónica podría ser el final de una ilusión, pero es solo el inicio de algo mucho más grande. Este es el camino. ¡Vamos Hebraica!
Por Ariel Edelstein.